EL TRÍO PATRIA GAUCHA, VANGUARDIA DE LA WORLD MUSIC

Todos los especialistas en música popular rioplatense coinciden en señalar que, luego del Irusta-Fugazot-Demare, el más alto exponente del género fue el trío Patria Gaucha. A pesar de haber caído hoy en el olvido, en su momento su popularidad no le fue en zaga a la de sus ilustres contemporáneos, aunque en distintos lugares. Es así que mientras el Trío Argentino que conformaron los porteños Agustín Irusta y Lucas Demare con el uruguayo Roberto Fugazot triunfaba en Europa y en México, el trío Patria Gaucha hacía lo propio en Montevideo y en Madagascar.


Este excepcional conjunto típico nacido en el invierno de 1927 en el prostíbulo de la localidad de Bañado de Medina, estaba originalmente integrado por Artajerjes Julio en xiqus, Larrañaga Herrera en trombón de vara, y Casimiro Obes en triángulo, alternándose los dos primeros en la parte vocal. En sus comienzos, su impericia provocaba que –en lugar de alternarse– sus voces se superpusieran, lo que daba como resultado una extraña forma de dúo asincrónico. Al contrario de lo podría pensarse, fue esa precisamente la clave del éxito del trío formado por Julio, Herrera y Obes,

Son hasta hoy recordadas sus versiones de “Palomita Blanca” y “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”, en las que los espectadores estallaban en aplausos cuando Julio y Herrera, vestidos de gauchos, cantaban al unísono la segunda, una estrofa cada uno pero los dos a la vez: “Tus son ojos luces para de mi ilusión, que que alumbra albergo la para pasión ti”, al son del triángulo de Obes. Pero esa formación duraría pocos meses, debido a que Obes prefirió seguir dedicándose al abigeato y dejó su lugar a Rabindranath Reissig, quien con la sonoridad de su timbal le dio al trío su forma definitiva y característica.

La fama de Julio, Herrera y Reissig trascendió rápidamente, y en enero de 1928 ya estaban presentándose con gran éxito en el Salón Rosé de Montevideo, donde causaron verdadera sensación, actuando durante un mes seguido a sala llena. Sin embargo, sus ansias por ser veraces y correctos en el cantar, les enfrentarían con la curia y provocarían desastrosos resultados.

Cuando monseñor Jacinto Vera escuchó la versión que el trío hacía de “El día que me quieras”, puso el grito en el cielo, y no descansó hasta lograr que fueran expulsados del país. ¿Era para tanto? Bueno, es que cuando no optaban por el asincronismo simultáneo, Julio y Herrera pluralizaban el sujeto de las canciones. Es así que en el caso citado, por ejemplo, cantaban a dúo: “El día que nos quieras, la rosa que engalana…”, “Al viento las campanas dirán que ya eres nuestra”, “Luciérnaga curiosa que verá… ¡que eres nuestro consuelo!”, y así todo. Muy aplaudida fue su versión del tango “Uno”, que ellos rebautizaron “Nosotros”. Vale la pena recordar la adaptación que Julio y Herrera hicieron del texto discepoliano. Así lo cantaban, al son del timbal de Reissig:

“Nosotros buscamos llenos de esperanzas / los caminos que los sueños / prometieron a nuestras ansias / Sabemos que las luchas son crueles / y son muchas pero luchamos y nos desangramos / por las fés que nos empecinan / Nosotros vamos arrastrándonos entre espinas / y en nuestros afanes de dar nuestros amores / sufrimos y nos destrozamos hasta entender / que nos hemos quedao sin corazones / Precios de los castigos que entregamos / por unos besos que no llegan / a unos amores que nos engañaron… / ¡Vacíos ya de amar y de llorar / tantas traiciones! / Si nosotros tuviéramos los corazones / (¡Los corazones que dimos!…) / Si nosotros pudiéramos como ayer / querer sin presentir / Es posible que a vuestros ojos / que nos gritan sus cariños / los cerraríamos con nuestros besos… / Sin pensar que eran como esos / otros ojos, los perversos, / los que hundieron nuestros vivires / Si nosotros tuviéramos los corazones / (¡Los mismos que perdimos!…) / Si olvidáramos a las que ayer / los destrozaron y… pudiéramos amarlas / nos abrazaríamos a vuestras ilusiones / para llorar vuestros amores”.

Para monseñor Vera, ésta manía del trío por pluralizar los textos de las canciones, no era un formalismo sino una clara incitación al menage a trois, a la concuspicencia y a la promiscuidad contumaz, es decir: al pecado. Pero la gota que colmó el vaso de la paciencia de monseñor fue la versión masculinizada de “Se dice de mi” que Rabindranath Reissig cantaba acompañado por el xiqus de Julio y el trombón de Herrera, que decía: “Si soy fiero se que, en cambio, / tengo un cutis de muñeco, / los que dicen que soy chueco, / no me han visto en camisón / Se dicen muchas cosas, / mas si el bulto no interesa, / ¿porque pierden la cabeza / ocupándose de mí?…”

El pelado prelado presionó pues al presidente Juan Campisteguy –por otro lado, gran admirador del Trio– amenazándolo incluso con la excomunión, si no ponía coto a la pecaminosa prédica de Julio, Herrera y Reissig. Fue así que el 1º de febrero del mismo año de su debut triunfal en la capital, Artajerjes Julio, Larrañaga Herrera, y Rabindranath Reissig, fueron subidos amordazados y atados de pies y manos en el carguero de la marina austríaca “Francisco José”, que tenía como destino la ciudad de Praga vía Canal de Suez. Esta coerción no fue del gusto del capitán del navío, el belga Wellington Bonaparte, quien a poco de salir de puerto decidió desatar a los músicos y los incitó a que amenizaran el viaje con su música.

En la noche del 2 de febrero de 1928, al escuchar los sones del primer tema que el Trío Patria Gaucha interpretó en su honor (la “Marcha de la Serpentina”), el capitán se dio cuenta del error que había cometido, pero ya era demasiado tarde; los senegaleses que integraban mayoritariamente su tripulación quedaron encantados con las melodías de Julio, Herrera y Reissig. Fue así que el xiqus de Julio, el trombón de Herrera, y el timbal de Reissig, sólo se detuvieron cuando 5 días después, navegando por el canal de Mozambique, el capitán Bonaparte avistó la costa de la isla de Madagascar; y sin pensarlo un segundo, y aprovechando que los senegaleses estaban durmiendo, el marino belga mismo, a punta de pistola, ordenó a los músicos subir a uno de los botes salvavidas y los desembarcó en una playa desierta.

Desembarcados que fueron los músicos y sus instrumentos en la playa, Julio y Herrera se encogieron de hombros y comenzaron a caminar, desoyendo las airadas protestas de Reissig, quien los seguía con dificultad haciendo rodar su timbal por la parte húmeda de la arena, esquivando las salpicaduras de las olas y las dentelladas de los cocodrilos, maldiciendo por no haber dicho que sí cuando Obes le quiso regalar su triángulo.

Los tres orientales caminaron y caminaron por la inhóspita costa de Madagascar en busca de algún rastro de civilización. Nunca lograron encontrarlo, pero cuando estaban a punto de desfallecer, luego de una larga hora de caminata, divisaron unas chozas y hacia ellas se dirigieron famélicos y sedientos. Era ni más ni menos que Tananarivo, la capital de Madagascar. Hordas de malgaches comenzaron a seguirlos a distancia, asombrados por el color de su piel y los extraños instrumentos que portaban. Temerosos, pero acordándose de aquello de que “la música amansa a las fieras”, Julio, Herrera y Reissig buscaron la sombra de un baobab y comenzaron a interpretar temas de su repertorio.

Cuenta la leyenda que los nativos quedaron atónitos no más escuchar los primeros acordes de “Taquito Militar”, la pieza con la que el Trío Patria Gaucha comenzó su exitosa etapa malgache. Primero decenas, luego centenares, y finalmente miles de salvajes, terminaron bailando y festejando la música de Julio, Herrera y Reissig como nunca antes nadie lo había hecho. En sus memorias, Larrañaga Herrera cuenta que ese sólo día recibieron 732 raíces de yuca, regaladas por los nativos en reconocimiento y agradecimiento a su arte.

Pocos días después, los tres ya estaban amancebados con unas docenas de nativas del lugar, y hacia la primavera habían decidido quedarse a vivir en aquel país que tanto valoraba su música, entre otras cosas. Con las ganancias producidas por la venta de las raíces de yuca que les regalaban los nativos, Artajerjes Julio, Larrañaga Herrera, y Rabindranath Reissig, pusieron un cabaret, y en él actuaron todas las noches, siempre a sala llena, durante los siguientes 70 años, momento en el que los descubrió Ray Cooder y los hizo famosos mundialmente con el nombre de “Malgache Social Club”.

Actualmente, Artajerjes Julio, Larrañaga Herrera, y Rabindranath Reissig viven en una próspera y lujosa finca ubicada a las afueras de Tananarivo, acompañados de sus 36 esposas y algunas decenas de hijos, nietos, bisnietos, y tataranietos. Continúan cantando en español a pesar de que los malgaches siguen sin entender un corno lo que dicen. Eso sí, Reissig ha sustituído su timbal por el triángulo, más que nada para poder hacer las campanitas de “El Día que nos quieras”.