LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA DE JOHN KENETH BIDET

Contando su vida, homenajearemos hoy a John Keneth Bidet, el insigne sanitario galés que inventó el artefacto que lleva su nombre. ¡A qué injusto olvido ha sido condenado el ser humano que se oculta tras ese apellido! ¡Cómo haríamos hoy para lavarnos los pies o dejar los calzoncillos en remojo si no fuera por su creación! Ya es hora de que la humanidad toda conozca de una buena vez la azaroza vida de este benefactor de ella misma y le rinda los honores que tanto merece.



John Keneth Bidet vio la luz el 1º de Enero de 1809, pero su madre (Virginia) abandonó el hogar a poco de su nacimiento, cuando su esposo (Archibald) descubrió que ella no era la madre de su hijo. Fue así que John se crió huérfano de madre en la ahumada ciudad de Cardiff, ayudando al padre en su oficio de deshollinador. Es probable que de esa época datara el mote de “el negro John” con el que sería luego conocido en los piringundines de Cardiff. De todas maneras, su padre lo defenestró en 1824, cuando descubrió que en realidad, además de no ser hijo de su madre, John tampoco era hijo suyo sino del sodero.

Tirado que fue por la ventana, John culminó su brusco descenso en el taller del sanitario Peter Canthropus, quien enseguida le ofreció convertirle en aprendiz. Vistas las circunstancias, Bidet aceptó la proposición inmediatamente. Pasados los años, y ganada una considerable experiencia en esos asuntos de la técnica sanitaria; tras una larga noche de parranda por los burdeles de Cardiff, John tomó tres decisiones trascendentales: hacerse adicto al rapé, llamarse a celibato, e inventar un artefacto que en el futuro evitara a los demás penalidades similares a las por él sufridas durante esa larga e inolvidable noche del tórrido verano de 1852.

Bidet no cejó en su empeño hasta concretar su sueño el 30 de noviembre de 1899, cuando registró el “Bidet” en la oficina de patentes de Newport. Poco después, vendió sus derechos por 300 guineas a la firma Hound & Dogbrand de la ciudad de Londres, y se retiró a su querida ciudad de Cardiff, donde falleció el 30 de febrero de 1909 en una cómoda posición: acostado.

Claro, Bidet no supo nunca que las usuarias del generoso implemento por él inventado, lo iban a utilizar de la forma más incorrecta posible, transformándolo casi en un instrumento de martirio. Es que en esa época no solía hablarse públicamente de ciertas cosas, y por eso Bidet nunca supo que el artefacto sanitario por él inventado, iba a ser utilizado al revés por millones de mujeres en todo el planeta, hasta nuestros días. Parte de la culpa de esta situación –claro- también la tienen los publicistas de Hound & Dogbrand, a los que nunca se les ocurrió editar un manual con las instrucciones para el correcto uso del implemento.

Causa profunda tristeza pensar en las evitables incomodidades a las que gratuitamente se sometieron (y se someten todavía) tantas mujeres en todo el mundo, sentándose ingenuamente de espaldas a la pared, obligándose innecesariamente a verdaderas maniobras gimnásticas para manejar las canillas al revés, sufriendo los sobresaltos derivados de confundir la del agua fría con la de la caliente.

Tano Pratolini, en su “Cronache degli Poveri Moglie”, se refiere a estos asuntos en los siguientes términos: “Solamente a una mujer puede ocurrírsele que alguien va a inventar un aparato para manipular de espaldas. Tal vez la clave del asunto se halle en la ancestral, natural, y conveniente sumisión a la que se ha visto felizmente obligada ésta (mal que nos pese) parte de la especie humana. Es muy probable –reflexiona Tano- que las damas pensaran que el hecho de tener que abrir las canillas sin verlas era una justa expiación del pecado original.”

“Es indudable –continúa Pratolini- que John Keneth Bidet no comprendía un corno la mentalidad femenina. Murió soltero, por lo que nunca supo lo que es discutir con una esposa, ni tuvo alguna vez la más mínima noción de cómo funcionan los procesos cerebrales femeninos (en el caso que los haya). Tal vez si ese hubiera sido el caso, hubiera diseñado su artefacto de una forma adecuada para sus usuarias, es decir: con las canillas adelante”. Pero lo que olvida mencionar Pratolini y nadie ha podido explicar en todo este tiempo, es por qué los hombres, que son tan inteligentes, también usan el Bidet al revés…