LA INCREÍBLE PERIPECIA DE DUVIMIOSO HACKENBRUSCH


Todo en contra, y sin embargo...

Duvimioso Hackenbrusch nació el 6 de enero de 1901 en una casa de inquilinato ubicada en el número 1080 de la calle Cuareim de la ciudad de Montevideo. Su madre, Duvimiosa Spencer, era de origen bantú, y las raíces de su padre, Abenámar Hackenbrusch, se hundían en la roja tierra de Abisinia, o Eritrea, o Etiopía (vaya uno a saber).


La infancia de Duvimioso transcurrió entre la escuela Nº 4 de la calle Ibicuy (donde debido a su fecha de nacimiento, sus compañeritos le llamaban “Basaltar”), las tamborileadas de los sábados a las puertas de su casa, y la sinagoga de la calle Maldonado, donde hasta el día de hoy se recuerda la inolvidable actuación de la Negra Johnson en su Bar Mizvá.

En 1919 comenzó a trabajar en el Servicio de Necrópolis Municipales, en 1921 se afilió al Partido Comunista, y entre1922 y 1933 jugó como base en el Club Atlético Goes. Allí conoció a Roberto Austerlitz, quien sería su compañero sentimental hasta que en 1936 partiera a luchar en la guerra civil española, en filas de la falange.

La II Guerra Mundial encontró pues a Duvimioso lejos de Austerlitz, internado en el Sanatorio Saint Bois, y desempeñándose como crítico literario del diario “Justicia”. Allí en el Saint Bois conoció a Joaquín Torres García, quien a su solicitud pintó el mapa de América del Sur en su histórico tambor piano de 30 kilos. Por distraído, Duvimioso le dió a Torres el tambor al revés, y fue precisamente cuando lo enderezó para ver cómo había quedado, que hizo su aporte mayor a la pintura uruguaya, dándole una nueva perspectiva del mundo al gran maestro del constructivismo.

De todas maneras, no sería el Saint Bois sino el Instituto Hanseniano (donde Duvimioso tuvo una estadía mucho más prolongada) el que dejaría huellas indelebles en su vida y modificaría sustancialmente su manera de tocar el tamboril, logrando desde entonces unos tonos graves desconocidos hasta el momento.

En 1945 la Editorial Pueblos Unidos publicó su primer obra: “Así se templó la lonja”, en la que Duvimioso retrata crudamente la lucha de clases en la escuela de la calle Ibicuy (el capítulo “Los de 4to. A contra los de 5to. B” es una pieza antológica, que sería incluída –precisamente– en la excepcional “Antología Fundamental de las Letras Latinoamericanas” – Editorial Progreso, Moscú, 1955).

Luego vendrían “Crónica de los amantes pobres”, una novela autobiográfica inspirada en la obra de Vasco Pratolini donde cuenta embozadamente su frustrada relación con Austerlitz (“Rosita” en el libro); “Banderas en Las Torres”, sobre los avatares de los habitantes de las cercanías del Paso de la Arena; y su famosísimo “Manual para Necrofantes y Necromantes”, inédito hasta el día de hoy.

Hackenbrusch alternó su creación literaria y la lectura de la Torah con una activa militancia sindical y política (fue secretario de finanzas de la Regional Sur y 19º candidato a edil por la lista 69 en las elecciones de 1942), pero sin descuidar nunca el tambor, el baile y el canto. Con su comparsa “Los Guerreros del Neguev” y con el nombre artístico de “El Negro Pololo”, no sólo no faltó a ningún desfile de Llamadas, sino que periódicamente realizaba funciones de beneficencia en el Teatro Zhitlovsky.

En 1955 abandonó el PCU junto a su admirado Eugenio Gómez y comenzó a militar en la Unión Cívica, donde llegó a ser secretario de finanzas de la Regional Única, primer candidato a edil en las elecciones de 1959, 1963 y 1967, y jefe de la página literaria de El Bien Público. En 1973, víctima de la persecución política, debió abandonar el país, y desde ese entonces vive en un Kibutz en el añorado desierto de sus “Guerreros” del tamboril.

En la Tierra Prometida, tras un breve paso por el Likud, Duvimioso recaló en el Mafdal, donde llegó a ser secretario de finanzas de la Regional Sur y 119º candidato a la Kneset en las elecciones de 1976, 1980, 1984 y 1992 (en 1988 no se presentó porque estaba haciendo el servicio militar voluntario); pero desde hace años se dedica exclusivamente al cultivo de hortalizas y a escribir una columna semanal sobre sexología en el periódico “Hamodia”.